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La libertad de la mujer debemos crearla nosotras mismas

La libertad de la mujer debemos crearla nosotras mismas.

 

La vida es maravillosa, creéme.

Así empieza el libro de Roser de Tienda. Hemos decidido poneros un trocito, porque nada podría acompañar mejor la ilustración de Marta, de @arteconeme para Quiropràctica l’Olivera.

Os pongo en contexto: Los martes y los viernes, en la consulta, es día de chicas. Día de mujeres. Y es que todas ellas son las que le dieron a Roser tanta sabiduría para poder poner en palabras lo que vemos, lo que pensamos, lo que somos.

Más allá de que la quiropráctica es para todos, que eso os lo contamos en cada poro de nuestra web y en nuestros otros artículos, lo que queremos transmitiros aquí es nuestra esencia.

Y que… bonica, si queremos ver un cambio, ponte tu como la primera de la lista, ponte tu como prioridad.

Y para nosotras, los cuidados para nosotras, el mimarnos, incluye quiropráctica. La profesión que unifica todos los síntomas en sus raíces: el sistema nervioso. Lo único que no tiene trasplante.

Aquí os dejamos con un trocito de Hazte la vida fácil, de Roser de Tienda:
* si quieres el libro entero puedes ver como conseguirlo aquí, o también consultándonos aquí

 

Aunque parece que vivimos en la modernidad todavía vivimos con las personas que levantaron el siglo pasado. Así que en este nuevo siglo está en nuestras manos cambiar la perspectiva androcéntrica de la salud, la educación y de la filosofía de vida. 

Creo que uno de los principales retos que tenemos por delante las mujeres es darle un sentido a la frase “la dignidad de ser mujer” en todos los ámbitos de la vida posibles. 

Educación 

Tan sólo hace 70 años que Mahatma Gandhi escribió: “Si se educa a un hombre, se está educando a un individuo, si se educa a una mujer, se está educando a un país”. 

Es urgente que a la mujer se la vea con los mismos derechos que el hombre, pero para ello nosotras debemos hacernos más visibles en los ambientes laborales creados socialmente para nuestro desarrollo profesional. 

Debemos conocernos mejor, quiénes somos, nuestra identidad, capacidades, habilidades, retos y soportando intereses particulares. Podremos diseñar nuestra base de partida y redireccionarla para romper ese techo de cristal impuesto convenientemente por el sexo contrario y que sólo depende de nosotras atravesar. 

Hacer respetar más nuestra participación consciente, solidaria y creativa en todos los ámbitos de la vida, hacia la búsqueda de una mejor manera de relacionarnos. 

Esa conciencia de saber lo que queremos hacer, nos llevará a vivir “experiencias cumbre” y, solo una experiencia cumbre conduce a la persona hacia el el flow, es decir a la fuente de la felicidad humana y las relaciones interpersonales positivas.

Descubrir la identidad de cada sexo, es la base para que las diferencias entre si se vuelvan fortalezas para el sexo contrario, en el sentido de saber qué cambiar y, sobre todo, para qué hacerlo. Así, la educación debe avanzar formando identidades basadas en retos sanos, amistades, sentido de pertenencia, confort, unión académica, salarial e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. 

Está en nuestras manos educar a las siguientes generaciones en estos conceptos y ese papel no podemos dejarlo únicamente en manos de las escuelas. En ellas nuestros hijos o nietos aprenden conocimientos, pero el aprendizaje más grande lo tienen en cada casa, con el ejemplo de lo que ven diariamente. 

Todos deben participar en las mismas actividades domésticas y lúdicas, sin diferencia de género. Todos deben aprender del amor y el respeto por las personas, a dar y a servir a los demás tan sólo por el placer de servir, sin esperar nada a cambio. 

Educando a nuestros hijos nunca he creído en el estímulo económico o de premios si los niños hacen trabajos en la casa o sacan buenas notas en sus exámenes. En lo que sí que creo es en explicarles que el amor que nos tenemos, es tan grande, que hemos decidido vivir todos juntos como una familia y en que comprendan que todos hacemos ciertas tareas ineludibles por el bien común. 

Me gusta explicarles porqué hay que hacer ciertas labores comunes para ayudarnos entre todos. Por qué hay que ir a la escuela cada día y cuando están desanimados o faltos de interés -a veces viendo ciertos profesores a mí también me pasaría- darles la imagen de la “Big Picture”. Es decir, una imagen más grande proyectando el futuro que estarán construyendo desde hoy. 

Lo que hagamos hoy tendrá repercusiones en el futuro, así que hay que intentar que los niños tengan esa visión de saber quiénes son y cuál es su misión en la vida para que acepten los retos de hoy como un paso más hacia la consecución de sus sueños. 

Es necesario que vean lo que pasa en el mundo para honrar el privilegio de levantarse y que con sólo abrir el grifo haya agua caliente, o dándole a un interruptor haya luz o calefacción en toda la casa y a dar gracias por ello. 

Sé que son cosas obvias, pero a veces perdemos el objetivo de charlar y de educar a nuestros hijos dándoles todo tipo de comodidades y caprichos, sólo porque nosotros estamos demasiado ocupados y delegamos todo ese “trabajo” humanístico a los profesores. O lo que es peor, los entretenemos con la Tablet para que nos dejen cenar en paz cuando estamos cansados. 

La educación empieza y continúa en casa, con el ejemplo de los mayores, con el tiempo suficiente para hablar con nuestros hijos sobre las cosas que importan: Amor, respeto por las diferencias, comprensión, servicio, agradecimiento y muchas dosis de asombro. 

Creo que es el mayor reto que tenemos las familias de hoy en día. 

Somos perfectas como somos 

En el siglo XXI, no sólo nos enfrentamos al reto de la conciliación. Nos enfrentamos al reto de ser el nuevo modelo de mujer en el que nuestras hijas y nuestras nietas se mirarán. 

Nosotras somos la última generación baby boomer. 

Nosotras debemos esclarecer la confusión entre lo que somos, la educación que hemos recibido y hacia dónde vamos.

 A nosotras nos corresponde pelear para traer de vuelta la dignidad de ser mujeres. 

Como te decía un poco antes, muchas de mis pacientes, son mujeres extremadamente válidas en sus trabajos, en sus casas, para la comunidad. Sin embargo, a la mayoría de ellas las hace llorar las primeras canas, la menopausia, el “según ellas” perder el atractivo físico. 

Y es que parece que a la mayoría nos han inculcado que no nos vale sólo con tener un intelecto sobradamente preparado, un puesto de trabajo, una salud a prueba de bombas, no. Resulta que si todo eso lo haces teniendo diez quilos de más vales mucho menos. 

Y parece que el machismo inherente que hay en todos los campos, mires por donde mires, cala hondo entre nosotras. En cuanto empieza la primavera, la publicidad empieza a atosigarnos con la operación biquini, dietas, cereales, yogures sin calorías, disolventes de grasa, infusiones drenantes y todo tipo de hierbas. 

Todo eso sólo para nosotras, porque jamás se ve aparecer a ningún hombre en este tipo de publicidad, por lo que podríamos deducir que parece, según los medios de comunicación, que a nosotras nos gustan los tipos gordos y a ellos sólo les gustamos delgadas. 

Lo mismo pasa a la hora de comer. Si tú y un congénere masculino coméis juntos, a la que uno pida una fabada asturiana y el otro una ensalada, lo primero que hace el camarero es ponerte a ti el plato de ensalada. 

Anda y como le digas que es al revés, te mira con cara de “ya se ve ya, que te comes hasta las piedras”. Echando un vistazo a las mesas, ensaladas, cremas de verduras, o platos únicos con ensalada de guarnición, son principalmente para el público femenino. Ellos, sin embargo, están tan felices con su barriguilla y se comen las carrilleras con patatas, el cocido, el pan, el postre que tú no te pides y el suyo.

“Es que me gusta cuidarme” es una frase muy loable si fuera sincera. Lo peor es que para la mayoría es una dieta continua, porque con la edad y el vaivén de las hormonas nos engordamos y es muy difícil perder peso. Así que hay que tener un control maximísimo sobre las calorías. Cuando según el instituto nacional de la moda ¡el 60% de las mujeres están por encima de la talla 44 y crece un 4% cada año! 

Lo que veo es que las mujeres todavía debemos liberarnos de la tiranía de la “supuesta belleza” que nos venden externamente y que no nos afecte.

La tiranía de tener que ser siempre un objeto erótico y con ello, la inseguridad que genera estar continuamente re equilibrando nuestra báscula del éxito, en función a lo atractiva o con capacidad de retención masculina que tengas. 

Es decir, además de ser tan buenas o válidas como los hombres en el trabajo, mientras ellos se van a tomar unas cervecitas, muchas pierden horas en las camillas de los centros de belleza con ese propósito. Porque todavía estamos ancladas en el pasado y en el patriarcado. Todavía nos vemos como antes. 

Es decir: si conseguimos hacer ver que todos los esfuerzos que hemos hecho para ganarnos ese puesto de trabajo y que los embarazos no se nos noten, seremos realmente unas triunfadoras. 

“Fulanita es una mujer, esposa, madre, empresaria y está divina a sus cincuenta años”. “La otra recupera la silueta en tiempo récord después de dar a luz a gemelos”. “Fulanita sólo bebe mucha agua para las arrugas”. Mentiras bombardeadas continuamente, que, en vez de empoderar a la mujer, pretenden mantenerla en un estado de fragilidad e inseguridad tal y como ha venido siendo desde el siglo pasado. 

¿Crees que estamos en la era de la modernidad y del progreso? que va. Si así fuera la operación biquini sería tan sencilla como ir a comprarse un biquini y ponértelo. 

Pero resulta que para ser una mujer triunfadora en el siglo XXI todavía tienes que perder el tiempo en parecer más que en ser. Aunque sea a golpe de tarjeta de crédito, cirugía o de Photoshop. O si consigues hacer que no se noten los embarazos con liposucción, lipoescultura, drenaje linfático, criolipólisis o matándote de hambre con la enésima dieta proteinada. O si consigues hacer que no se noten las ojeras de no dormir porque estás amamantando al niño y vas al trabajo con la cara fresca como una manzana a base de cirugía de párpados, ácido hialurónico, radiofrecuencia, mesoterapia… entonces ¡tú sí que vales mujer! 

Y si además eres tan apañada que sales sonriente del brazo de tu estupendo y eres la envidia de sus amigos, que sólo tienen mujeres agotadas al final de la jornada y con quilos de más ¡eres la viva definición de éxito!

En el otro lado del espectro están los hombres. Se convierten en padres sin ningún riesgo físico. A pesar de la paternidad siguen ascendiendo en sus trabajos porque no tienen que hacer ningún parón en sus carreras profesionales. Suelen ganar más dinero que las mujeres en los mismos puestos. 

Se van quedando calvos o les salen esas canitas blancas que les hace tan interesantes y claro está que pasan de teñirse el pelo ¡qué tontería! Los abdominales quedan desaparecidos detrás de sus barrigas nutridas a base de comer básicamente lo que les da la gana, de beber todo lo que les apetece, con esos pelos que se caen de la cabeza para salir por la nariz o las orejas, pero quién va a depilarse si no se es un poco moderno. 

Que por lo general llegan a casa con buena disposición a hacer y colaborar “en lo que se les mande” pero que en general ninguno tiene ni idea de que Juanito mañana tiene fútbol y necesita llevarse los calcetines del segundo cajón, porque los del tercer cajón se le han quedado pequeños. 

¿Os imagináis un mundo así para nosotras?¡ La verdad es que ese mundo ya existe! 

Puedes;

  • comer lo que te dé la gana. 
  • depilarte si quieres. 
  • dejar de teñirte el pelo si te apetece. 
  • tirar el sujetador. 
  • tomarte las mismas tapas que tu estupendo cuando salgas. 
  • puedes hacer las mismas cosas que un hombre porque no necesitas su mirada de aprobación para ser real. 

Porque ya eres una mujer auténtica y real. Lo que no existe para la gran mayoría de nosotras es la falta de culpabilidad para hacerlo. O el propio juicio y la crítica que nos hacemos nosotras mismas porque somos, desde que nos levantamos por la mañana, nuestro peor enemigo, y no contentas con eso, en cuanto vemos a otra mujer, le damos un repaso de arriba abajo que ni la policía en un aeropuerto. 

Dejar de ser “perfectas” para convertirnos en mujeres auténticamente reales es el reto que tenemos las mujeres si queremos dejar unos patrones espirituales más elevados a las próximas generaciones. Mujeres que para el siglo XXI vivan en un mundo en el que no tengas que parecer además de ser. 

Por fortuna, conozco a mujeres así. Mujeres a las que me gusta visitar, mujeres que están bien en su piel y a las que quiero y admiro. Algunas han decidido vivir solas, otras tienen pareja. 

En cualquier caso, todas han decidido vivir de una forma más elevada, cuyas almas forman parte de un fin donde sólo cabe el amor en todas sus formas y en todas sus vertientes, por el prójimo y por ellas mismas. 

La libertad de la mujer debemos crearla nosotras mismas

En la consulta tenemos muchas charlas así, porque no sólo cuando la mujer entra en la menopausia sufre esta crisis. Es algo inherente al hecho de ser mujer, porque los patrones en los que nos hemos educado resuenan en nuestra cabeza constantemente. La publicidad sexista y misógina habla por nosotras. La moda para mujeres fideo habla por nosotras. Los cirujanos plásticos hablan por nosotras. 

Hasta la incesante voz de nuestras abuelas que oyes en tu cabeza. Por eso es tan difícil abstraernos de las viejas voces y de las que externamente nos bombardean y crear nuestra propia voz. 

Pero es necesario que creemos una voz nueva, libre, más elevada, más espiritual, más en acuerdo con los ciclos de la naturaleza, porque si no lo hacemos, si no creamos nuestra propia voz, lo único que llenará ese vacío es nuestro silencio.

Yo celebro las diferencias entre hombres y mujeres, somos entes muy distintos que por fortuna nos complementamos, pero ¿qué tiene que ver la presión con la que las mujeres viven, con sentirse realizadas o felices?

¿Por qué los pacientes que consumen mayoritariamente ansiolíticos y antidepresivos son las mujeres?

¿o por qué todas las formas de violencia machista siguen existiendo? ¿Por qué sigue existiendo esa imagen de la mujer como ‘cosificación’? ¿Queremos gustarnos a nosotras mismas o a los demás según los cánones de lo que está de moda? ¿Porque si nosotras estamos bien, todo va bien?

Creo que tenemos una oportunidad increíble para definir qué significa ser mujer en el siglo XXI. Una oportunidad de crear la imagen de la mujer en la que mirarnos y sentirnos orgullosas por la femineidad, la fortaleza, la ternura, la coquetería, la decisión, la inteligencia, la empatía, el genio, la alegría, las hormonas y sus altibajos emocionales, del pelo blanco, de las arrugas por las tristezas o las risas vividas. 

Mujeres que trabajen y escojan parejas que las acompañen. Que sepan decir adiós a relaciones celosas, posesivas o que te tiran para abajo en vez de ayudarte a progresar. Mujeres sin miedo. Valientes que se crean tan dignas que sólo puedan tener compañeros dignos de amar y de ser amados.

Tenemos la oportunidad de enseñar a nuestros compañeros de viaje qué es el respeto y la dignidad que una mujer se merece. Explicar por igual a nuestras hijas, a nuestros hijos y a nuestros estupendos que no deberíamos aparecer semidesnudas en los programas de televisión. Ni en los anuncios de ropa interior, ni de cereales, ni de colonias, ni de coches, ni de ningún producto. Porque el mero hecho de aparecer en ellos te asocia ser parte del producto favoreciendo ‘la cosificación de la mujer”. O a que nos falta algo desde fuera para estar más atractivas.

Pero más atractiva ¿para quién?

¿Hay algo más sexy que una mente brillante?

Yo creo que no, aunque mi abuela en este preciso momento está diciendo que “no nena, que eso de la mente brillante es para los hombres. Nosotras menos las científicas que son todas muy feicas, somos la del vestido bonito que irá a su lado el día de la ceremonia del premio Nobel. Qué orgullosa estarías ¿verdad?”.
Lo cierto es que, si así fuera, me sentiría muy orgullosa por mi estupendo. Pero discrepo en lo de mujer trofeo o mujer florero ¡porque somos mucho más!

Y es que lo tenemos todo para ser perfectos. Nuestro cuerpo está diseñado para curarse solo, aunque a veces precise de alguna ayuda externa. Somos seres humanos, con una capacidad innata de conexión espiritual que estamos aquí viviendo una experiencia terrestre. Para aprender cuál es nuestra misión y a qué hemos venido a este mundo. Sólo tenemos que vivir conectados y en estado de aceptación para alcanzar la felicidad interior, la felicidad del “ser”, no del parecer.

La educación de mujer a mujer 

Personalmente no deseo para mis hijas, ni para mis nietas, perpetuar el estrés que supone ser una mujer supuestamente perfecta. ¿y tú?

Entre otras muchas cosas les deseo que estudien, que jueguen, que rían. Que aprendan a tocar algún instrumento musical, que dibujen, que hagan deporte. Y que canten, que escriban, que se diviertan mientras se cultivan porque eso les dará muchas satisfacciones. En ningún momento deseo que las preocupaciones de mis hijas sean físicas. Quiero que cuando vayan a comprar ropa sea divertido. No un periplo de tiendas y marcas a ver dónde venden una talla 40 donde les quepa una pierna en vez de un brazo. 

Quiero que tengan su autoestima bien alta, que sean capaces de decidir cuándo es el momento de darse física y espiritualmente a alguien. No quiero que se dejen presionar por los amigos o porque Pepito les dice “si me quisieras te acostarías conmigo” o “todos los hacen”.

No quiero que tengan que preocuparse por la última hora de conexión en su WhatsApp. Ni que piensen que los celos tienen algo que ver con el amor.

Quiero que puedan salir vestidas como les dé la gana. Sin miedo a que ningún desnaturalizado las viole antes de llegar a casa.

En este nuevo siglo me siento responsable de crear modelos nuevos para mis hijas. Ayudarlas a que encuentren su misión y su propósito en la vida. Que descubran cuáles son sus talentos. Y que sean capaces de mirarse al espejo y sentirse orgullosas de tener una mente brillante y un corazón cálido en su cuerpo. 

Que puedan mirar a su madre y a su abuela y a su tatarabuela y vean las diferencias. Las conexiones entre nosotras y en lo que luchamos para mantener juntas las palabras “dignidad-mujer-espiritualidad-educación-salud-siglo XXI”.

Debemos mostrarles con el ejemplo, que nosotras nos escogemos a nosotras mismas en primer lugar, que nos importa nuestra realización y nuestra felicidad. Que no nos dejamos en segundo ni, en tercer lugar, que nosotras nos importamos. Que deseamos ser una luz que las acompañe en su camino, para que sigan nuestros pasos con orgullo. Mejorando el mundo su paso, con amor, firmeza, serenidad y empoderamiento.

 

Podéis ver la tira completa del cómic en su instagram o en el nuestro.
¡Ah!
¡La última ilustración es colaborativa,
así que será genial ver como la compartes con tu propio texto!

 Ilustraciones: Colaboración con Marta, creadora de Arte con M.
¡ Gracias, @arteconeme !